La adhesión de municipios localizados alrededor de la Ciudad Condal fue un proceso clave en la transformación y expansión de Barcelona, sentando las bases del moderno urbanismo y ampliando su territorio de manera decisiva. A finales del siglo XIX y principios del XX, la capital catalana se anexionó diversos pueblos colindantes para hacer frente al crecimiento demográfico, industrial y económico que vivía la ciudad. Esta expansión, que integró a municipios con una rica identidad propia, permitió a Barcelona consolidarse como metrópoli y marcar un antes y un después en su historia urbana. Te lo comentamos desde Rutas Barcelona.

Contexto y razones de la adhesión
Durante el siglo XIX, Barcelona experimentó un notable auge industrial y un incremento poblacional sin precedentes. La antigua Ciutat Vella, limitada por sus murallas, ya no podía albergar el creciente número de habitantes y la demanda de vivienda e infraestructuras. El Plan Cerdá de 1859, que impulsó el proyecto del Ensanche, marcó el inicio de la expansión territorial de la ciudad. Sin embargo, mientras el Ensanche se extendía por terrenos despoblados, numerosos municipios vecinos ya tenían una tradición y un entramado social propio, lo que complicaba la configuración del nuevo tejido urbano.
Entre las principales razones que impulsaron la adhesión se encuentran:
Crecimiento demográfico: La industrialización atrajo a trabajadores de todo el país, haciendo que municipios como Gràcia o Sant Martí de Provençals se volvieran núcleos vitales que necesitaban mayor integración y servicios públicos.
Razones económicas: La ampliación del territorio permitió a Barcelona incrementar su base impositiva y financiar grandes proyectos de modernización, lo que favoreció la inversión en infraestructuras viarias, parques y edificios públicos.
Continuidad urbanística: La integración de municipios vecinos facilitó la planificación y el desarrollo de un entramado urbano coherente, eliminando barreras físicas y administrativas entre la ciudad central y sus alrededores.
¿Cuándo se anexionaron los municipios?
El proceso de adhesión se llevó a cabo de forma paulatina y se consolidó mediante decretos reales que transformaron la estructura administrativa de la ciudad. Los hitos más importantes fueron:
1897: En este año, Barcelona absorbió seis municipios independientes del llano barcelonés. Entre ellos se encuentran:
Santa Maria de Sants: Uno de los pueblos con una larga tradición, que hoy forma parte del distrito de Sants-Montjuïc.
Les Corts de Sarrià (Les Corts): De origen agrario y con fuertes raíces históricas, este municipio se integró para fortalecer el área alta de la ciudad.
Gràcia: Conocida por su ambiente bohemio y su identidad casi independiente, Gràcia se convirtió en uno de los distritos con carácter propio.
Sant Andreu de Palomar: Municipio con tradición industrial y obrera, hoy es un distrito que mantiene fuertes vínculos con su pasado.
Sant Martí de Provençals: Conocido en catalán como Sant Martí de Provençals, este territorio fue clave para el desarrollo industrial y la ampliación del Ensanche.
Sant Gervasi de Cassoles: Integrado para dotar a la ciudad de zonas residenciales de alta calidad, hoy forma parte del distrito de Sarrià-Sant Gervasi.
1904: La adhesión de Horta se realizó en este año. Este municipio, con un origen más rural, aportó a Barcelona amplias zonas de terreno que posteriormente se urbanizaron, dando lugar al actual distrito de Horta-Guinardó.
1921: Finalmente, Sarrià se anexionó en 1921. Este municipio, que había conservado una marcada identidad rural y señorial, se integró para formar parte del moderno distrito de Sarrià-Sant Gervasi, transformándose con el tiempo en una zona de alta renta y prestigio.
Impacto urbanístico y social
La adhesión de estos municipios transformó radicalmente el mapa urbano de Barcelona. La extensión territorial pasó de aproximadamente 15,5 km² a casi 77,8 km², lo que permitió la creación de nuevos distritos y barrios con identidad propia. Cada uno de estos pueblos aportó características particulares que, aun integradas en la gran metrópoli, siguen siendo evidentes en la configuración de la ciudad:
Diversidad de identidades: Municipios como Gràcia y Sant Andreu de Palomar conservaron su carácter distintivo, con tradiciones culturales y fiestas locales que hoy enriquecen la vida barcelonesa.
Modernización de infraestructuras: La incorporación de nuevos territorios impulsó el desarrollo de avenidas, plazas y parques. El Plan Jaussely de 1903, por ejemplo, se diseñó para integrar de manera eficiente los municipios anexionados mediante un entramado viario que conectara los nuevos territorios con el centro de la ciudad.
Centralización de servicios: Con la adhesión se consolidó una administración centralizada que permitió optimizar la prestación de servicios públicos, desde educación y sanidad hasta transporte y seguridad.
Legado del proceso de adhesión
El proceso de adhesión de municipios a Barcelona es hoy en día un componente esencial de la identidad de la ciudad. Aunque cada uno de estos territorios tenía una historia y una cultura propias, su integración en la gran Barcelona permitió un desarrollo urbano coordinado y la consolidación de una metrópoli diversa y dinámica. Los antiguos municipios se convirtieron en distritos que hoy conforman la estructura administrativa de la ciudad, preservando en sus nombres catalanes —Gràcia, Les Corts, Sant Andreu de Palomar, Sant Martí de Provençals, Sant Gervasi de Cassoles, Santa Maria de Sants, Horta y Sarrià— un legado histórico que sigue presente en la memoria colectiva.
Además, el proceso de adhesión impulsó la modernización y la creación de infraestructuras que han permitido a Barcelona convertirse en una ciudad global, capaz de combinar su rico pasado con las demandas del presente. La integración de estos municipios no solo expandió físicamente la ciudad, sino que también potenció su capacidad para ofrecer servicios y proyectos culturales de gran envergadura, sentando las bases para el crecimiento económico y social que se consolidaría en el siglo XX.
La adhesión de municipios a Barcelona a finales del siglo XIX y principios del XX fue una transformación profunda que redefinió el territorio y la identidad de la ciudad. Este proceso, marcado por decisiones administrativas y tensiones políticas, permitió a Barcelona evolucionar hacia una metrópoli moderna, diversa y vibrante, en la que cada distrito conserva la esencia de su pasado mientras contribuye al futuro de la ciudad. Este legado, reflejado en los nombres catalanes de Gràcia, Les Corts, Sant Andreu de Palomar, Sant Martí de Provençals, Sant Gervasi de Cassoles, Santa Maria de Sants, Horta y Sarrià, sigue siendo un pilar fundamental de la historia y el urbanismo barcelonés.