A lo largo del siglo XIX y principios del XX, muchos catalanes emprendieron un viaje sin billete de vuelta. Dejaron atrás pueblos costeros, calles empedradas y campos humildes para probar fortuna en las Américas, especialmente en Cuba. A su regreso, estos aventureros —conocidos como indianos— no solo traían dinero, sino también nuevas ideas, gustos exóticos y una ambición transformadora. Su legado sigue latente en ciudades como Barcelona, Sitges, Vilanova i la Geltrú o Begur, donde la arquitectura aún susurra historias de ultramar.
¿Quiénes eran los indianos?
Los indianos fueron emigrantes que marcharon a América, la mayoría entre finales del siglo XVIII y principios del XX, en busca de prosperidad. Muchos se instalaron en Cuba, Puerto Rico, México o Argentina. Algunos lograron hacer fortuna como comerciantes, industriales o productores de azúcar y ron. Pero lo más interesante es lo que hicieron al volver: se convirtieron en impulsores del cambio en sus pueblos natales, construyendo grandes casas, financiando escuelas y dejando su huella tanto estética como social.



Barcelona y el barrio de Congrés-Indians
En la capital catalana, su rastro se reconoce en el barrio del Congrés-Indians, que toma su nombre de estos retornados. Aunque su urbanización data de los años 50 del siglo XX, el nombre recuerda el auge de las fortunas indianas y la presencia de familias que invirtieron en el crecimiento de la ciudad. La zona se desarrolló como un barrio moderno para la clase trabajadora, pero guarda todavía la impronta de un pasado que enlaza con esa Barcelona transatlántica.
Más evidente es la huella indiana en ciertas casas del barrio de Gràcia, como la Casa Vicens, aunque modernista, o las villas señoriales del Guinardó y Horta, algunas de ellas reformadas por familias que regresaban de América. No se trata tanto de barrios enteramente indianos como de pequeños destellos, casas con galerías, patios interiores con palmeras, y fachadas de colores vivos, mezcla de romanticismo europeo y exotismo caribeño.
Sitges, la Habana catalana
Sitges fue llamada en ocasiones la “Habana catalana” por la cantidad de indianos que regresaron y dejaron allí su huella. El mejor ejemplo es la Casa Bacardí, en honor a Facundo Bacardí, hijo de Sitges que emigró a Cuba y fundó la célebre marca de ron en 1862. Hoy, esta casa funciona como centro de interpretación del legado indiano y del proceso de elaboración del ron.
Paseando por el casco antiguo de Sitges o por la calle Francesc Gumà, se descubren villas señoriales con balaustradas, galerías de madera y jardines tropicales. Sitges también celebra cada año una Festa dels Americanos, que revive esa atmósfera colonial con música, exposiciones y visitas guiadas a las casas indianas.
Vilanova i la Geltrú, la Pequeña Habana
Muy cerca de Sitges, Vilanova i la Geltrú fue otra gran receptora del legado indiano. Aquí, los retornados no solo construyeron casas, sino que impulsaron infraestructuras, escuelas y asociaciones. Algunas de las casas más destacadas son Can Papiol, hoy Museo Romántico, y Can Torrents, de fuerte influencia neoclásica.
Sus fachadas muestran una pasión por los materiales nobles —mosaicos hidráulicos, caoba, hierro forjado— y una mezcla entre clasicismo afrancesado y colores caribeños. La localidad ha recuperado su vínculo con los indianos mediante rutas culturales y actividades pedagógicas.
Begur, la joya de la Costa Brava indiana
En Begur, cada verano se celebra una de las fiestas indianas más conocidas de Cataluña. En pleno agosto, el pueblo se transforma: calles adornadas con banderas cubanas, música habanera, trajes de época y visitas a mansiones construidas por los begurenses que regresaron de ultramar.
Casas como Can Petu, Can Pi o Casa Bonaventura Caner Bataller —construida en 1903— son testigos de este esplendor. El estilo de estas viviendas mezcla el neoclásico con pinceladas modernistas y materiales lujosos. En Begur se percibe cómo el regreso no fue solo económico: era también un intento de traer el trópico al Empordà.
Más allá del lujo: legado social y cultural
No todos los indianos regresaron ricos. Muchos volvieron arruinados o sin fortuna, pero la imagen del indiano como mecenas ha perdurado. Financiaron bibliotecas, hospitales, escuelas y obras públicas. También introdujeron nuevos gustos: el café, los puros, la música cubana o el mobiliario de caoba. Sus casas no solo eran símbolo de riqueza, sino también de apertura cultural.
Hoy, el interés por este legado ha crecido. Desde el Centro de Interpretación del Mundo Indiano en Begur hasta las rutas guiadas de Sitges y Vilanova, existe un esfuerzo por recuperar esa memoria arquitectónica y humana.
Una invitación al visitante curioso
Recorrer los lugares marcados por los indianos es también explorar una Cataluña viajera, mestiza, creativa. Ya sea admirando las galerías tropicales de una villa en Sitges, los jardines secretos de Begur o los patios con palmeras de Vilanova, cada detalle nos habla de ese viaje de ida y vuelta que transformó para siempre el paisaje.
Hoy más que nunca, es un patrimonio que merece ser redescubierto, no solo por su valor estético, sino porque cuenta una historia muy nuestra sobre ambición, retorno, raíces y memoria.
Entre los siglos XVIII y XX, muchos catalanes emigraron a América en busca de fortuna. Al regresar, los llamados indianos transformaron sus pueblos mediante casas señoriales, obras filantrópicas y una estética que mezcla lo europeo con lo caribeño. Sitges, Vilanova i la Geltrú, Begur y ciertos barrios de Barcelona aún conservan esta herencia. Con fiestas temáticas, museos y rutas patrimoniales, hoy es posible redescubrir este legado y entender cómo los viajes de ida y vuelta a América marcaron la identidad visual y cultural de muchas localidades catalanas.