Pocos saben que una de las primeras multinacionales españolas nació en Barcelona a finales del siglo XIX. La Compañía General de Tabacos de Filipinas, conocida popularmente como “La Tabacos”, fue mucho más que una empresa dedicada al comercio del tabaco: simbolizó el espíritu emprendedor, industrial y colonial de una Barcelona que, en plena expansión, miraba hacia ultramar buscando mercados y materias primas.
Los orígenes: una Barcelona abierta al mundo
La empresa fue fundada en 1881 por un grupo de destacados financieros y comerciantes catalanes, con el apoyo de la banca local y el impulso del gobierno español, interesado en reactivar la economía colonial de las islas Filipinas. Entre sus fundadores destacaban figuras como Antonio López y López, el poderoso naviero y empresario marqués de Comillas, y Claudio López Bru, su hijo, quienes ya controlaban la Compañía Trasatlántica y buena parte del comercio marítimo entre España y Asia.
La sede social se estableció en Barcelona, concretamente en la Ronda de Sant Pere, en un elegante edificio de estilo neoclásico que simbolizaba el poder económico de la burguesía catalana. Desde allí se coordinaban las operaciones de la empresa, que abarcaban todo el proceso productivo del tabaco: desde el cultivo en las plantaciones de Luzón hasta la distribución y venta en los mercados europeos.

Filipinas: el corazón de un imperio comercial
En Filipinas, la compañía construyó una red de factorías y plantaciones que dieron empleo a miles de trabajadores. Las más importantes se encontraban en Cagayan, Isabela y Nueva Écija, regiones donde se cultivaba el tabaco de mayor calidad. También establecieron talleres de procesamiento y fábricas de cigarros en Manila, que exportaban millones de unidades a España, Francia, Alemania y el Reino Unido.
La Compañía de Tabacos de Filipinas representaba el modelo colonial capitalista del siglo XIX: un sistema en el que el capital catalán y la administración española controlaban la producción y el comercio, mientras que la mano de obra local filipina sostenía el esfuerzo diario. Sin embargo, a diferencia de otras empresas del imperio, esta compañía también contribuyó al desarrollo económico local, financiando infraestructuras, escuelas y obras públicas en las zonas donde operaba.
Una empresa pionera en la globalización
A finales del siglo XIX, la Compañía General de Tabacos de Filipinas era ya una auténtica multinacional. Sus actividades se extendían desde Asia hasta Europa y América. Tenía oficinas en Barcelona, Manila, París y Londres, y contaba con una flota de barcos que transportaba sus productos por todo el mundo. En cierto modo, anticipó lo que hoy conocemos como globalización: una red de producción y comercio gestionada desde Barcelona, pero con ramificaciones en varios continentes.
La compañía diversificó pronto sus negocios. Además del tabaco, invirtió en banca, transporte marítimo, seguros y plantaciones agrícolas. Su estructura empresarial era moderna para la época, con consejos de administración, accionistas internacionales y una sólida contabilidad industrial. Fue también una de las primeras empresas españolas en cotizar en bolsa.
El cambio de siglo: crisis y adaptación
El Desastre de 1898, con la pérdida de las colonias de ultramar, supuso un golpe durísimo. Filipinas pasó a ser una colonia de Estados Unidos y la compañía se vio obligada a reorganizar su estructura. Sin embargo, su base económica y su experiencia le permitieron sobrevivir. La empresa trasladó parte de su producción a Indonesia y África, y mantuvo el comercio con Asia mediante acuerdos con las nuevas autoridades estadounidenses y locales filipinas.
Durante el siglo XX, la Compañía General de Tabacos de Filipinas siguió siendo un referente en la industria española. En los años 40 y 50 diversificó su producción hacia la industria textil y agroalimentaria, y estableció alianzas con otras firmas tabacaleras europeas. Su sede en Barcelona siguió siendo un símbolo del poder económico catalán, hasta su traslado posterior a Madrid y su progresiva integración en el conglomerado Altadis, antes de su absorción por Imperial Tobacco.
Legado y memoria en Barcelona
Aunque hoy su nombre ha quedado en la memoria de los historiadores, la Compañía General de Tabacos de Filipinas forma parte esencial del patrimonio económico e industrial de Barcelona. Su creación marcó un antes y un después en la relación entre la ciudad y el comercio internacional, consolidando a la capital catalana como uno de los centros financieros más dinámicos de la España del XIX.
El edificio original de la compañía, reformado con el paso del tiempo, sigue recordando aquella época dorada en la que Barcelona se soñaba capital de un imperio comercial que unía el Mediterráneo con el Pacífico. La historia de “La Tabacos” es, en definitiva, la historia de una ciudad que supo mirar más allá del mar para construir su prosperidad.